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miércoles, 13 de marzo de 2013

LA NEVADA ES SILENCIOSA

La nevada es silenciosa,
cosa lenta;
poco a poco y con blandura
reposa sobre la tierra
y cobija a la llanura.
Posa la nieve callada
blanca y leve;
la nevada no hace ruido;
cae como cae el olvido,
copo a copo.
Abriga blanda a los campos
cuando el hielo los hostiga,
con sus lampos de blancura;
cubre a todo con su capa
pura, silenciosa;
no se le escapa en el suelo
cosa alguna.
Donde cae allí se queda
leda y leve,
pues la nieve no resbala
como resbala la lluvia,
sino queda  y cala.
Flores del cielo los copos,
blancos lirios de las nubes,
que en el suelo se ajan,
bajan floridos,
pero quedan pronto
derretidos;
florecen sólo en la cumbre,
sobre las montañas,
pesadumbre de la tierra,
y en sus entrañas perecen.
Nieve, blanda nieve,
la que cae tan leve
sobre la cabeza,
sobre el corazón,
ven y abriga mi tristeza
la que descansa en razón.

Unamuno
Abril, 1910


PD La foto está hecha hoy 13 de marzo del 2013 por David Felton desde el Bustiello en Llueves (Cangas de Onís).

viernes, 14 de diciembre de 2012

RIMAS DE DENTRO (MIGUEL DE UNAMUNO)

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Todas las tardes de paseo sube,
dejando al sol de espalda,
y llevando en los ojos soñadores
aun encendida el alba;
a la estación todas las tardes sube.
Delante de ella va su sombra larga,
larga como el ensueño.
Va a ver el tren que pasa,
los que vienen y van y no se quedan.
Sus ojos vuelven tristes a la montaña,
luego que ya en su cima el sol se acuesta.
Y el alba que en sus ojos aun moraba
se vuelve anochecer, sin mediodía,
y  al pueblo vuelve. Ya su sombra larga
se derritió en la sombra de la tierra.
Y así los días pasan.

Unamuno (17 de mayo, 1909)
Rimas de dentro
Mondadori


sábado, 26 de mayo de 2012

MIGUEL DE UNAMUNO EL GRAN HABLADOR y (2)

CUANDO desembarcó en Santa Cruz de Tenerife, camino de la isla de Fuerteventura, adonde Primo de Rivera le había desterrado, varios intelectuales tinerfeños le invitaron a conocer los alrededores de la ciudad. Echaron a andar, pendientes todos de lo que el maestro iba explicando. Al pasar cerca de una tapia don Miguel vio un excremento, sobre el que había un papel.
-Por aquí-comentó-ha pasado la civilización-
Y, sin más escolios, volvió a lo muy interesante que "Unamuno iba diciéndole a Unamuno".
Le placía discutir, pero siempre que alguien trataba de conocer su opinión respecto a un determinado asunto o problema, adoptaba lo que los esgrimistas llaman una "guardia cerrada", y consitía en desconcentar al preguntado con otra pregunta. 
-¿Qué piensa usted del comunismo, Maestro?
-Sepamos antes- ajustándose los lentes sobre la nariz-lo que entiende usted por comunismo.
O bien:
-¿Cree usted, maestro, que debemos admitir la inmortalidad del alma?
-Dígame, primero, lo qué es alma y hablaremos.
En su réplica solía pecar de cáustico o de injusto. La muerte de Valle-Inclan la glosó así: "Reconozco que no le faltaba cierta imaginación". Y cuando en el saloncillo del Teatro Español, Federico García Sanchiz, recién llegado de América, le habló de sus "Charlas": "Si-le dijo-, ya sabía que andaba usted por ahí chisporroteando".
Fue don Miguel de Unamuno un gran pensador torturado por la idea de morir. También era un orgulloso y absorbente homocentrista. "Ego Unamuno" fue su divisa. "Salamanca- dice en una carta dirigida a Ramiro de Maeztu-está llena de mí"- Y esa egolatría, este altísimo concepto que tenía de su Yo, le incapacitaba para crear tipos que no actuasen y hablasen como él; y así, aunque escribió novelas, nunca fue un verdadero novelista.
Un hombre que se va...
Eduardo Zamacois
Unamuno en Fuerteventura

viernes, 25 de mayo de 2012

MIGUEL DE UNAMUNO EL GRAN HABLADOR (1)

En 1934 don Miguel de Unamuno cumplía 70 años.
Decreto del presidente de la República, don Niceto Alcalá Zamora:
Articulo primero: "El homenaje a don Migule de Unamuno(...) tiene carácter nacional"

Generalmente los grandes escritores son hombres de escasa conversación, por aquello de llevar la lengua en la pluma. Empero a Unamuno, que fue la mentalidad más fuerte de su época, le gustaba hablar, y lo hacía sin tasa. El origen de la secreta antipatía que le profesaba Ortega y Gasset, que también se pirraba por hablar, era ese. Sé de buena tinta que, siempre que Unamuno iba a la Revista de Occidente, Ortega y Gasset se marchaba de la redacción para no perder el derecho a opinar. Oír a Don Miguel era leer un libro cuajado de atisbos geniales. Por lo mismo, llegaba un momento que el lector, fatigada su atención, hubiera deseado cerrar el libro. Imposible. Unamuno era un libro incerrable. Si el autor de Contra esto y aquello -su libro más él-tomaba la palabra no había manera de quitársela. Maridando unas ideas con otras charlaba interminablemente de la literatura, de historia, de política, y de la España que amó tanto y que, para mejor conocerla, había recorrido a pie. A veces solía interrumpirse para explicar la raíz, griega o latina, del vocablo que acababa de utilizar, y seguidamente reanudaba su soliloquio sin dirigirse a nadie, como si aquella explicación se la hubiera dado a sí mismo. Todo le cautivaba y para todo tenía una apostilla.
De Unamuno cabe decir lo que de Diderot, parlante incansable, dijo Voltaire: "Es un hombre que ignora el placer de dialogar".
Un hombre que se va....
Eduardo Zamacois


P.D.Caricatura de:Agustín Sciammarella

miércoles, 16 de diciembre de 2009

UNAMUNO


Unamuno pidió audiencia, para dar las gracias al Rey Alfonso XIII por la concesión de la cruz de Alfonso XII, y cuentan que cuando estuvo en la camara regia, dijo con voz huraña y sincera:
-Vengo a presentarme ante su Majestad porque me ha dado la cruz de Alfonso XII, que merezco.
- Es extaño-repuso el Rey- los demás a quienes he dado la cruz me han asegurado que no se la merecían.
-Y tenían razón-contestó Don Miguel.

El protocolo sería como aquella vez en que Unamuno visita a Alfonso XIII el 5 de Abril de 1922, por mediación del correveidile de Romanones, esto último dicho por Unamuno:

Finalmente salen para palacio, pero Unamuno lleva "su acostumbrado traje, propio de un cuáquero", "un viejo traje de chaqueta azul, chaleco de cuello alto y un sombrero maltrecho", y llegan con una hora de retraso. Choca en todo punto con la etiqueta muy estricta que impone el rey, de ordinario poco accesible. Primero, el que desee una audiencia tiene que solicitarla por medio de la secretaria de Palacio con gran antelación, y le es concedida después de pasar por diferentes comprobaciones de identidad, antecedentes políticos etc. Luego se le asesora al peticinario acerca de la forma de actuar frente al rey. Tiene ante todo que vestirse de chaqué, sombrero de copa y guantes grises y presentarse a la hora designada en punto. Cuando, tras la espera, se le hace pasar al despacho real, debe mantener la chistera bajo el brazo izquierdo, desenfundar el guante de su mano derecha y esperar que el monarca hable. Alfonso XIII estrecha entonces la mano del visitante, le indica que se siente, al tiempo que él lo hace y a continuación transcurre la audiencia hasta que el monarca se levanta para indicar el final de la entrevista. El peticionario se despide tras una reverencia y sólo puede darse la vuelta una vez cruzado el umbral de la cámara.
Según Romanones, la conversación es larga- dos horas- y la primera frase de Unamuno nada denota de lo que ha escrito "contra don Alfonso y contra su augusta madre en artículos publicados, y por los que fue procesado, condenado e indultado". Apenas intenta "suavizar sus palabras" al ver la expresión del soberano cuando se trata de la reina madre, pero afirma con tono tajante que, por el camino que sigue, la monarquía sufrirá un grave daño. Al raferirse el rey a sus iniciativas, le interrumpe Unamuno "diciéndole que sería mejor que no tuviese ninguna".

Unamuno tenía fama de muy hablador, Keyserlin le refirió a Pio Baroja sobre una conversación que tuvo con Unamuno en Hendaya cuando este se hallaba desterrado durante la dictadura de Primo de Rivera.
-¿Y Unamuno le dejó hablar a usted? preguntó Baroja.
-No, habló sólo él.
Yo creo que Unamuno no hubiera dejado hablar por gusto a nadie. No escuchaba. Le hubiera explicado a Kant lo que debía ser la filosofia Kantiana; a Riemann o a Poncaré lo que era la matematica, a Einstein la relatividad.
No le hubiera indicado a Mozart o Beethoven lo que tenía que se la música, porque había decidido que la música no era nada; que no valia la pena ocuparse de ella , porque a él no le gustaba y que sólo algunos tontos caían en el lazo burdo de las notas.
Pío Baroja decía que en algunas cosa Unamuno tenía salidas de aldeano de mala intención.

Unamuno, también tenía fama de tacaño, y si no, veamos lo que nos cuenta el articulista de Arriba el 15 de Febrero de 1935 cuando asistió a un mitín de la Falange en el que entre otros participaba el hijo del dictador, José Antonio Primo de Rivera:
Recuerda a continuación cómo se organizó la visita a casa de Don Miguel y , en uno de los días más crudos y frios del invierno, el paseo por las calles salmantinas de Unamuno, con José Antonio, Sanchez Mazas, un hijo suyo y él, camino del teatro, ante las miradas hostiles o sorprendidas de los obreros. El articulista añade que después del mitin invitaron a comer a Unamuno, a lo que accedió gustoso "no se conoce de ningún caso en que Don Miguel haya dicho que no a ninguna invitación". Al final puntualiza que Unamuno estaba "encantado de las angulas y de haber satisfecho una vez más su afán de dar que hablar".

De todas maneras Unamuno no se casó nunca ni con los "Hunos ni con los hotros" Así lo veia su esposa :
Concha comenta también que su esposo "es muy bueno" y está siempre oponiéndose a cosas injustas, lo mismo de derechas que de izquierdas, por lo que "él no se casa con nadie" y se ve "arrastrado en un torbellino público y destinado a levantar pequeñas tempestades.

Alguien le pregunta por sus convicciones religiosas y él replicó:
"Aquí en España somos católicos hasta los ateos". Como ahora más o menos.

Leido en: Desde la última vuelta del camino. Pío Baroja. Miguel de Unamuno Biografia. Colette y Jean Claude Rabaté. Retratos Contemporáneos. Ramón Gómez de la Serna