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viernes, 23 de noviembre de 2012

EMILIO CASTELAR

 Emilio Castelar era un hombre de talento y un gran orador, el más grande que ha tenido España. Pero eso no importa. Jamás profundizó en nada ni poseyó juicio riguroso en nada, ni criterio exigente sobre nada. Como todos los espíritus extravertidos, vivía en actor, en actor que se ignoraba a sí mismo, la mayor parte del tiempo. Podía y sabía improvisar un discurso, pero casi nunca lo hizo. Prefería escribirlos primero, y después, fiando en su memoria portentosa, aprendérselos de memoria, total o parcialmente. Sin embargo, al empezar a hablar estaba nervioso, se le veía inquieto en su escaño y no encontraba el tono de voz, que le salia al principio aguda y chillona como la de su mujer. Pero después. ¡ah, después! Después aparecía el Castelar inenarrable. Su estilo hizo estragos en su época.
Castelar era un maniático de la elocuencia. Estaba siempre en orador, bien en el Congreso, bien como pequeño berborreico hablando con su cocinera. En este aspecto debía ser insoportable. Posaba en monumento nacional. La tertulia de su casa se reducía al largo monólogo de don Emilio, apenas interrumpido en breves intervenciones de alguno de los presentes.

Las Tertulias de Madrid
Antonio Espina

sábado, 15 de diciembre de 2012

PRÁXEDES MATEO SAGASTA

Todo lo contrario que Emilio Castelar resultaba el "comedor" de Sagasta, tertulia de fácil acceso en la que todo el mundo hablaba cuando quería y lo que quería. O se callaba pensando en sus cosas. Don Práxedes era uno de tantos. El comedor propiamente dicho estaba junto a una habitación grande, con balcones que daban, uno a la carrera de San Jerónimo, y los otros dos a la calle de Floridablanca, frente al Congreso de los Diputados. Allí acudían a diario correligionarios de Sagasta, periodistas, forasteros y hasta simples curiosos.
- ¿Usted conoce a toda esta gente?- le preguntó un amigo al dueño de la casa.
-Le diré a usted. Al principio venían aquí muchas personas a quienes yo no conocía. Pero ahora viene muchos que no me conocen a mí.
Don Práxedes era un hombre de gran simpatía personal. La tertulia tenia lugar después del almuerzo. Al revés de lo que ocurría en otras tertulias formadas alrededor de algún personaje político, en la de Sagasta se hablaba poco de política, porque don Práxedes eludía estas conversaciones, y cuando otros se enzarzaban en ellas, el permanecía silencioso. En cambio, gustaba de comentar los hechos diarios más destacados y escuchaba con interés cuando se recogían opiniones o dichos de la calle.
Una hora u hora y media duraba aquella reunión. "Don Práxedes se despedía con un saludo afectuoso que a todos encantaba", dice el conde de Romanones, "y se retiraba a sus habitaciones para ir al Congreso o para dar un paseo. Era una tertulia", añade el conde, "que podía haberse celebrado en plena Puerta del Sol".

Las Tertulias de Madrid
Antonio Espina





lunes, 3 de junio de 2013

EL YATE FORTUNA

El yate costó 18 millones de euros, una Fortuna. Los donantes no sacaron el dinero de la manga, ni de la eslora. Jaume Matas lo mangó directamente. Los ciudadanos de baleares costearon parte del yate con 2.7 millones de euros, pero eso fue Manga del Mar Menor comparado con lo que en 1865 la bisabuela del Rey hizo, devolver lo que no era suyo y de paso, hacer negocio.
El ministro de hacienda Manuel García Barzanallana con objeto de nivelar el presupuesto, que presentaba un déficit enorme, y al mismo tiempo servir los intereses de los Reyes que siempre estaban sedientos de dinero, ideó, con gran entusiasmo de la Soberana Isabel II, el desdichado truco de disfrazar con un rasgo de regia generosidad lo que era en realidad un negocio esplendido para Isabel. Consistía la fórmula en vender casi todo el Real Patrimonio, exceptuando las joyas artísticas y los reales palacios, entregar al tesoro las tres cuartas partes del importe de la venta y quedarse la Reina con la cuarta parte. El Cuarto Poder (Antonio Espina)

El artículo de Emilio Castelar titulado "El rasgo" bien puede considerarse el destronamiento de Isabel II.




jueves, 10 de mayo de 2012

CUENTAMETE OTRO CUENTO

CUANDO se murió el canario,
puse en la jaula un limón.
¡Soy un caso extraordinario 
de imaginación!

Francisco Vighi

El maestro Domínguez hizo un arte de contar cuentos, en el que no tuvo competidor, el gran farsante se vanagloriaba de contarle cuentos a Isabel II. "Le habían hablado de mi y quiso conocerme". Yo iba temblando y como me informaron de que Isabelita no tenia nada de gazmoña, voy y le digo: ¿De qué coló ha de ser er cuento majestá. "Der que tu quieras"..."Aunque pique un poquito" "No importa a mi me gusta el picante". Y entonces le largue uno que, de tanto reí, le dolían los riñones.

En una época mala, no sabiendo qué jasé, me dediqué a vender loros. Conque un día va una señora y me pregunta: "¿A cuántos los vende usté?. "A cincuenta duros".¿Y habla mucho?". Le digo:¿qué si hablan?...Figúrese que, a su lao, don Emilio Castelar e un aprendí de oradó"."Pues, siendo así-dice-,me llevaría este". Y ya se lo llevaba cuando se me ocurrió preguntarle: "Pero, oiga señora: ¿usté sabe alemán?". "No señó. ¿Está usté loco?...¡Cómo quie que yo sepa alemán?".  "Pues entonces tendrá usté que yevase este otro". Y ella, muy sorprendida:"¿Y por qué?".  "Porque no se puen separá: erque usté ha elegío no sabe español, y el otro le sirve de intérprete". De manera que se llevó los dos, y dende aquer día empecé a vendé los loros a pares.

Cuéntanos otro Domínguez, este ya lo sabemos, Angela Merkel nos lo cuenta todos los días. "¡Vale! el próximo será: La herencia recibida (Esperanza Aguirre)"